Después de tantos años, ¿en qué nos hemos convertido? Ya han pasado dos siglos de la independencia de México. Ideales y paradigmas han inundado el panorama nacional, ¿qué somos? Es la pregunta que siempre ha existido, ¿de dónde venimos? Es la búsqueda perenne de nuestros orígenes. Al parecer las respuestas no faltan, pero las negaciones abundan. El estado de consciencia que el mexicano ha adquirido a lo largo de estos años de "integración" no ha cambiado mucho desde el inicio, aún existe el rechazo a las diversas realidades que acaecen a este país. La polarización social la llevamos en nuestro subconsciente y el "criollismo barroco" no se ha podido quitar de nuestra sangre. La evidente fractura social ha dado lugar al incesante bombardeo partidista por cohesionar al país, ¿acaso no es oportuno, por parte de nuestros gobiernos, revivir un gastado símbolo nacional? Al parecer, el momento histórico que dio lugar al sentimiento "mexicano" fue la "vergonzosa" perdida del norte del país ya hace unos años, desde ese momento el furor nacionalista corrió de boca en boca, y la unidad social se dio por primera vez. Pero, ya han pasado muchos años desde aquél suceso; como podemos ver, sólo nos queda manifestar esa eterna lucha con los Estado Unidos en un momentáneo, pero beligerante, partido de fútbol.Después de tantos "mezcales, pulques y tequilas" llega el momento de la reflexión. Aunque nuestros "diestrísimos" gobernantes sólo se enfoquen en organizar conciertos, palenques, ferias y una "sarta" de barbaries para unificarnos, lo más pertinente en este dos mil diez sería hacer una pequeña retrospectiva social y cuestionar nuestra supuesta libertad, ¿cómo podemos hablar de libertad cuando la apatía política domina nuestra forma de vida? ¿No está más que claro que aún somos esclavos de la ignorancia y victimas del hipnotismo mediático? ¿Cómo podemos celebrar nuestra independencia y hacernos llamar "mexicanos" cuando nos importa más un jugador paraguayo baleado, un puertorriqueño homosexual y una cantante pop "travestí" que la problemática situación en Ciudad Juárez o los desastres naturales que dañan nuestra ya dolida nación? Tal parece que después de un pequeño análisis no quedan ganas de celebrar; más bien, ante evidentes realidades, lo único que nos queda es tratar de salir de la vorágine de corrupción, apatía e inferioridad.
Pese a que el festejo del Bicentenario nos invita a olvidar por un momento lo separados que estamos, a dejar las ataduras mentales junto con las clases sociales, y "a caminar de la mano con nuestro compatriota" sin dejar de sentirnos orgullosamente mexicanos, el nacionalismo, como fuerza socializadora, ha perdido la fuerza que tuvo siglos atrás; en cambio, las redes sociales, que empezaron como un simple escape de la realidad (material), se lograron consolidar como las actuales y más poderosas fuerzas unificadoras. Entonces, después de todas las problemáticas, cuestiones y situaciones adversas, ¿dónde queda la consciencia del mexicano?
El problema, si es que se puede llamar así, radica en que las redes sociales no sólo unifican, sino también disgregan creando especies de "tribus" sociales, con intereses, visiones y realidades dispares, pero que ocupan un mismo territorio. La creciente estratificación mexicana está protagonizando los actuales conflictos del país, debido, en parte, a la ineficiencia política por acoger rápidamente a los diversos sectores sociales, ¿hubiera sido posible, sin ayuda de las comunidades virtuales, la actual emancipación gay respecto al tema de la adopción y el matrimonio?Al parecer, el mexicano, como tal, sólo existió una vez; por lo tanto, el sueño por alcanzar esa unidad se aleja día con día. Con el paso de los años, la concepción "hombre-nación" ha perdido fuerza; el conflicto entre vecinos, tal y como México-Estados Unidos, ha visto su fin llegar y la idea de "ciudadano del mundo" cada vez es menos socavada. Es triste ver como la desesperación por darle identidad a un colectivo de masas llegue a los intentos más absurdos, ¿será posible que el fervor patriótico se avive con un vulgar triunfo de fútbol? ¿O es acaso que sólo nos sentimos "hermanos" cuando canalizamos nuestra "inferioridad" contra los que supuestamente son mejores?
El experimento fallido llamado México está llegando a su fin, está claro que no hay vuelta atrás, un nuevo paradigma está por gestarse, puede ser tanto caótico como hegemónico, mas nos encontramos justo como hace doscientos años, sin saber quiénes somos ni a dónde vamos, renovando conceptos y tomando posiciones: "el bueno, el malo y el feo". Al parecer, no vamos a necesitar de otro par de siglos para "encontrarnos" pues cada vez está más cerca el punto de inflexión que reubicará nuestro camino. La sinergia caótica que preside en la actualidad nos llevara a redefinir lo que somos como organización social.
Pese a que el festejo del Bicentenario nos invita a olvidar por un momento lo separados que estamos, a dejar las ataduras mentales junto con las clases sociales, y "a caminar de la mano con nuestro compatriota" sin dejar de sentirnos orgullosamente mexicanos, el nacionalismo, como fuerza socializadora, ha perdido la fuerza que tuvo siglos atrás; en cambio, las redes sociales, que empezaron como un simple escape de la realidad (material), se lograron consolidar como las actuales y más poderosas fuerzas unificadoras. Entonces, después de todas las problemáticas, cuestiones y situaciones adversas, ¿dónde queda la consciencia del mexicano?
El problema, si es que se puede llamar así, radica en que las redes sociales no sólo unifican, sino también disgregan creando especies de "tribus" sociales, con intereses, visiones y realidades dispares, pero que ocupan un mismo territorio. La creciente estratificación mexicana está protagonizando los actuales conflictos del país, debido, en parte, a la ineficiencia política por acoger rápidamente a los diversos sectores sociales, ¿hubiera sido posible, sin ayuda de las comunidades virtuales, la actual emancipación gay respecto al tema de la adopción y el matrimonio?Al parecer, el mexicano, como tal, sólo existió una vez; por lo tanto, el sueño por alcanzar esa unidad se aleja día con día. Con el paso de los años, la concepción "hombre-nación" ha perdido fuerza; el conflicto entre vecinos, tal y como México-Estados Unidos, ha visto su fin llegar y la idea de "ciudadano del mundo" cada vez es menos socavada. Es triste ver como la desesperación por darle identidad a un colectivo de masas llegue a los intentos más absurdos, ¿será posible que el fervor patriótico se avive con un vulgar triunfo de fútbol? ¿O es acaso que sólo nos sentimos "hermanos" cuando canalizamos nuestra "inferioridad" contra los que supuestamente son mejores?
El experimento fallido llamado México está llegando a su fin, está claro que no hay vuelta atrás, un nuevo paradigma está por gestarse, puede ser tanto caótico como hegemónico, mas nos encontramos justo como hace doscientos años, sin saber quiénes somos ni a dónde vamos, renovando conceptos y tomando posiciones: "el bueno, el malo y el feo". Al parecer, no vamos a necesitar de otro par de siglos para "encontrarnos" pues cada vez está más cerca el punto de inflexión que reubicará nuestro camino. La sinergia caótica que preside en la actualidad nos llevara a redefinir lo que somos como organización social.