domingo, 29 de noviembre de 2009

Fuerza Natural DF_ 25/11/09

¿Quién lo diría? Más de diez mil personas esperando lo mismo, sin importar edades ni clases, los fieles seguidores se hicieron presentes. Niños corriendo con la Albiceleste, parejas recordando las veces que hicieron el amor al compás de Cerati, señores esperanzados por escuchar una canción de “Soda”, uno que otro “Emo” perdido, revendedores por todas partes y los clásicos puestos de “souvenirs”, nadie más faltaba y la hora se acercaba. Como reloj suizo, todo empezó justo lo planeado, eran las ocho treinta de la noche y ya nadie estaba formado, todos se habían colocado en sus respectivos (e incómodos) lugares y, cuando menos lo esperamos, la obscuridad se adueño del Auditorio Nacional, la incertidumbre contagió a las miles de almas. Pero, todo se resolvió en un simple momento, una luz enceguecedora ilumino hasta la más densa obscuridad y, como si fuera una epifanía, Gustavo apareció para, inmediatamente, saciar nuestras ganas de él.

El viaje comenzó y su más nuevo material fue el “soundtrack” del momento, algunos sólo lo tarareaban, otros pedían a gritos canciones más conocidas. Mas, sorprendentemente, la mayoría cantaba en una armonía perfecta canciones, tales como “Fuerza Natural”, “Déjà vu” y “He visto a lucy”. Después de haber engrandecido su ego con ensordecedores aplausos de aquél material, se dispuso a llevar a nuestras sensaciones a otro nivel. ¡Delirio! ¡Éxtasis! ¡Clímax! ¡Catarsis! Y poco después... Sosiego...Tranquilidad y arrobamiento se apoderaron de nuestros cuerpos, donde la pasión le gano a la razón. Una canción tras otra, él jugó con nuestras sensaciones y por todos lados se vio como todos fueron sus víctimas.

El cambio fue vertiginoso, después de habernos llevado a una profunda melancolía, una intensidad se adueño de todo ser presente. “La excepción”, “Lago en el cielo”, “Jugo de luna”, “Cosas imposibles”, “Vivo”, “Paseo Inmoral”, entre otros, fueron las responsables del canibalismo y el barbarismo. Voces afónicas, piernas tambaleantes y pieles de gallina no dejaban de aparecer, todos querían retrasar el final. Empero, fue muy tarde, el reloj marcaba las diez, el hedor a sexo se había impregnado en las miles de “pantis” y en cualquier momento todo se desvanecería. No una ni dos, sino tres despedidas del argentino marcaron su rotundo adiós, no había vuelta atrás, la noche estaba por terminar y la gente, más que satisfecha, dejo a su ídolo descansar. Todo se resolvió en un sólo instante, de repente sólo se escucho un “Gracias... gracias por venir”, ahí fue cuando las luces iluminaron la sala y a lo lejos unos altoparlantes pidiendo desalojar el lugar. Sin más que pedir, todos se fueron, unos tristes otros abatidos. Pero, lo que si es seguro, es que nadie de los ahí presentes olvidara esa electrizante velada.

Publicado por: visitante

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